“Ponemos luces en nuestra entradas y porches y en los tejados de nuestros garajes para ahuyentar a la oscuridad. Celebramos EL RENACIMIENTO DE LA LUZ en la noche más larga del año. El solsticio de invierno es tiempo para reunirse, para el amor, la paz, la buena voluntad y, más importante aun, para el PERDÓN. En esta época del año tan austera y fría, utilizamos ramas y follajes para para simbolizar la vida; colores vivos, imágenes de ricas cosechas y montañas de regalos para alejar la penuria o el miedo a ella”
Cerridwen Iris Shea*
El 21 de diciembre en el hemisferio norte y 21 de junio en el hemisferio sur tiene lugar la noche más larga y el día más corto del año: el solsticio de invierno, el momento en que la tierra está más inclinada con respecto al sol y por ello recibe menos luz.
Yule es la festividad que celebra este simbolismo del declive de la oscuridad y el resurgir de la luz y la esperanza porque, a partir de ahora, empiezan a crecer los días.
Simbólicamente hablando y de acuerdo con las tradiciones neopaganas, Yule representa el renacimiento del Dios después de su muerte en Samhain y es el primer ritual estacional de la Rueda de año, los 8 Sabbats, que se corresponden con fiestas solares: Yule, Imbolc, Ostara, Beltane, Litha, Lugnasah, Mabon y Samhain.
La naturaleza está dormida y es un buen momento de espera, de recogimiento y meditación, en este sentido destacan los siguientes rituales:
También cabe destacar que Yule y los ritos celtas son el origen de muchas tradiciones navideñas que asumió y adaptó el cristianismo y que se han mantenido con fuerza, aunque vacías de contenido, hasta nuestros días como:
- Decorar las viviendas con hiedra por dentro y acebo y muérdago en el exterior para protegerse de visitas no deseadas
- El uso de los colores rojo y verde. El color rojo, símbolo del nacimiento (por su asociación con la sangre del parto), y el verde, símbolo de la tierra, ya que se consideraba que al empezar los días a ser más largos, resurgía la vida en la tierra
- El ARBOL DE NAVIDAD** es una costumbre heredada de los pueblos celtas que en su origen era un tronco de árbol que se quemaba la noche del solsticio, para festejar el renacimiento del sol y para atraer la prosperidad.
Cuando los celtas adoptaron esta costumbre, hacia el 1100 a.c., recogían un leño después del solsticio y lo guardaban hasta que, unos días antes de la festividad, lo adornaban con piñas, acebo, hiedra y otras plantas siempre verdes. Después de varios días adornado y colocado en un lugar de honor del hogar, para que todos los miembros de la familia pudieran tocarlo y dejarle golosinas y regalos, el leño se prendía al ponerse el sol la noche del solsticio (normalmente era la madre quien prendía el fuego) y se quemaba lentamente. Sus cenizas se guardaban con veneración, ya que se decía que podían curar enfermedades, y se solía guardar algún resto carbonizado para encender el fuego del leño del año siguiente.
Para todos los que quieran rescatar el genuino espíritu navideño y desligarlo del consumismo y la inercia actual, Yule y los antiguos ritos siguiendo los ciclos de la Naturaleza es un buen camino…
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